A pesar de que los focos artísticos de la Corona de Castilla fueron más receptivos a las novedades de la pintura flamenca que los de la Corona de Aragón, arraigados en la tradición del gótico internacional, fue en las principales ciudades de ésta donde trabajó el cordobés Bartolomé de Cárdenas, también conocido como Bartolomé Rubeus y, más comúnmente, como Bartolomé Bermejo.
Un miembro de la nobleza valenciana, los representantes de una parroquia darocense, un mercader italiano y un arcediano catalán fueron algunos de los clientes conocidos, entre los que posiblemente habría que incluir a la más distinguida coleccionista de arte flamenco en la España de la segunda mitad del siglo XV, Isabel de Castilla, de uno de los pocos pintores hispanos que resiste la comparación con los grandes maestros de los Países Bajos, tanto por su perfección en el empleo de la técnica del óleo como por su excepcional captación de las particularidades de los hombres, los objetos y la naturaleza.
El documento más antiguo que se conserva de él lo sitúa lejos de su ciudad natal. En abril de 1468 consta como ciudadano de Valencia en el momento de recibir un primer pago por el Retablo de San Miguel en cargado por Antoni Johan, citado en otros documentos como señor de Tous.
A juicio de J. Berg, las cuatro tablas con escenas de la Pasión de Cristo, ahora en Barcelona, repartidas entre el Museo Nacional de arte de Cataluña y el Instituto Amatller de Arte Hispánico, que suelen considerarse de los años de Bermejo en Valencia, proceden posiblemente del retablo destinado al altar mayor de la iglesia parroquial de Tous.
En 1468, Bartolomé Bermejo es ya pues un pintor formado que domina perfectamente su arte. Sus primeros años en Córdoba no parece, sin embargo, que le pudieran proporcionar una maestro que lo inciara en la pintura con el dominio de la composición, el color y las maneras flamencas, que deja ver el Retablo de San Miguel.
En Valencia, donde debía de llevar residiendo el tiempo necesario para alcanzar la ciudadanía, es decir, como mínimo de cinco a ocho años, el gusto por el arte flamenco estaba arraigado, aunque la mayoría de los especialistas están de acuerdo en considerar que tampoco en la capital del Turia había un pintor a quien atribuir toda la responsabilidad de la formación de Bermejo.
Ante la imposibilidad de que tal responsabilidad recayese en Jan van Eyck, puesto que murió en 1441, su discípulo Petrus Christus o Roger van der Weyden han sido los nombres que se han tenido más en cuenta a la hora de señalar a los posibles maestros del pintor hispano, si bien se han apuntado influencias de otros, sobre todo de Dieric Bouts.
Después de 1468, la siguiente noticia que se conoce de él data del 5 de septiembre de 1474, fecha en la que el pintor, ciudadano de Daroca, firma contratompara la construcción y pintura del retablo mayor de la iglesia de Santo Domingo de aquella ciudad.
La tabla central, que de su lugar de origen pasó al Museo Arqueológico Nacional antes de ser depositada en el museo del Prado de Madrid, es lo único seguro que se conserva de la obra.
Hasta 1486 no vuelve a saberse nada del pintor. Para entonces, sin embargo, ha debido de terminar la tabla central del Triptico de la Virgen de Monserrat, tabla firmada y encargada por Francesco della Chiesa, mercader de Acqui residente en Valencia.
En esos años de vacío documental, parece lo más razonable pensar en una nueva estancia del pintor en la ciudad del Turia.
De esta segunda estancia en Valencia, el pintor debió pasar a la Barcelona dominada aún por la figura de Jaume Huguet, con quien se mediría en 1486, para obtener el encargo de las puertas del órgano de Santa María del Mar, finalmente confiadas a Huguet.
La llegada de Bermejo a Barcelona se ha relacionado, sin embargo, con la ejecución del Retablo de Santa Ana para la iglesia de dicha santa, destruido en 1936.
En 1490 debió recibir el encargo del arcediano Lluís Despla para que pintase una tabla con el tema de la Piedad.
De su indudable aprendizaje flamenco, Bermejo conservó a lo largo de toda su trayectoria la lección técnica, el gusto por el realismo y por la representación minuciosa de los detalles y las calidades de los objetos, aunque del mismo modo que otros pintores hispano-flamencos de su época, construyó sus propios modelos figurativos, adaptándose al gusto de los clientes que tuvo que complacer.
Nadie en las tierras peninsulares había pintado obras en las que lo religioso se convirtiese tan intensamente en experiencia individual como lo hizo Bartolomé Bermejo, ni nadie antes que él pintó con tanta intensidad la esencia de lo humano y de la naturaleza.
Principales obras de Bartolomé Bermejo
RETABLO DEL ALTAR MAYOR DE LA IGLESIA PARROQUIAL DE TOUS (1462-1465, pintura sobre tabla, Museo Nacional de arte de Cataluña e Instituto Amatller de Arte Hispánico, Barcelona)
TABLA DE SANTO DOMINGO DE SILOS (1474-1477, pintura sobre tabla, Museo del Prado)
TRIPTICO DE LA VIRGEN DE MONSERRAT (con Roderic y Francesc de Osona, 1481-1486, pintura sobre tabla, sala capitular de la catedral de Acqui Terme)
LA PIEDAD DESPLA (1490, pintura sobre tabla, Museo de la catedral de Barcelona)