Santa María Egipcíaca o Santa María de Egipto, obra de José de Ribera, 1651, óleo sobre lienzo, 88 x 71 cms, Museo Cívico Gaetano Filangeri de Nápoles.
Comentario de la obra «Santa María Egipcíaca» de José de Ribera
Santa María Egipcíaca formó parte de la nutrida serie de santos y santas que constituyeron el tema favorito de una clientela profundamente marcada por el eepíritu de la Contrarreforma.
A los doce años abandonó a sus padres para marchar a Alejandría, en Egipto, y allí estuvo largo tiempo prostituyéndose. Yendo a Jerusalén con un grupo de peregrinos para la fiesta de la Exaltación de la Cruz, al llegar al umbral del templo la sujetó una fuerza misteriosa y empezó a rezar, arrepintiéndose de sus pecados. Decidiendo cambiar de vida, cruzó el Jordán y entró en el desierto de Arabia, donde vivió cuarenta y siete años en soledad y sin ver a un ser viviente.
Ribera trató varias veces este tema; ésta es la versiòn en la que se muestra a la santa más joven. María, vestida con harapos, aparece rezando, con la mirada hacia lo alto y las manos entrelazadas, apoyadas en una base de piedra sobre la que hay una calavera y un pan partido.
Después de su conversión había recibido como viático de bendición tres panes que, símbolo de la Eucaristía, se multiplicaron milagrosamente para alimentarla todos los años que pasó en penitencia. La calavera es el elemento de reflexión sobre la caducidad de la existencia.
En la etapa final de su vida, el artista, marcado por diversas dificultades existenciales, logró expresar con más intensidad que nunca las emociones de sus personajes, retratándolos con gran espíritu de humanidad.
El vigoroso naturalismo de sus primeras obras deja paso a un pictoricismo más delicado y la gama cromática se rebaja a unos tonos terrosos.
Como en las obras maduras, los fuertes contrastes claroscuristas son sustituidos por un uso más natural de la luz: aquí la carga espiritual y emotiva de la penitente es expresada con una luz difusa que cae sobre amplias superficies de color.