El Retablo de Issenheim proviene, como su nombre indica, del altar mayor de la iglesia de la encomienda de Issenheim, localidad situada a algunos kilómetros al sur de Colmar (Alto Rin).
Hasta 1794, año de su transferencia a Colmar, aparecía como un políptico monumental esculpido y pintado, con tablas laterales y una predela móviles.
Estaba rematado en su parte superior por una cumbrera esculpida. El retablo perdió su aspecto originario en 1794. En esta fecha, fue sacado de la iglesia de Issenheim, convertida en propiedad nacional francesa en 1793, para depositarlo en la Biblioteca Nacional del distrito, antiguo colegio de los jesuitas, en Colmar. Entonces se desmontó para su transporte: las tablas se separaron y algunas esculturas, sin duda, se desperdigaron. La cumbrera y la caja se quedaron en Issenheim.
La obra permaneció en el olvido hasta mediados del siglo XIX. En 1847, Louis Hugot, archivero-bibliotecario de la ciudad de Colmar, tuvo la inicitaiva de fundar un museo en el antiguo convento de los dominicos de Unterlinden, que iba a ser demolido. Allí llegó a reagrupar piezas de arte que provenían de confiscaciones de la Revolución francesa. Entre ellas figuraba el retablo de Issenheim.
La obra encontró allí su lugar definitivo que ya no abandonó, a excepción de los periodos de conflicto: de 1917 a 1919 se llevó a la Alte Pinakothek de Munich; de 1939 a 1941 , se salvaguardó en el castillo de la Farge, no lejos de Limoges, después en las bodegas del castillo del Haut-Koenigsburg (Bajo Rin), de 1941 a 1945.
Tres aperturas del retablo son posibles:
Primera apertura: La Crucifixión, san Sebastián, san Antonio
El Cristo crucificado domina la composición. La cruz se destaca sobre un fondo de sombra. El cuerpo de Cristo está descrito con un sentimiento de horror insostenible: su cabeza abatida, los miembros retorcidos, su cuerpo torturado se encuentra plagado de espinas y surcado por hilos de sangre.
Sus carnes exangües están verdosas. En la zona izquierda, a la derecha de Cristo, se sitúa el grupo de la Virgen, san Juan evangelista y María Magdalena, abatidos por el dolor. San Juan sostiene a la Virgen, que desfallece envuelta en una amplia túnica, el lienzo con el que será amortajado su Hijo, según algunos autores. María Magdalena se encuentra arrodillada al pie de la cruz, implorando, extendiendo sus manos hacia el cielo, y depositando en el suelo el tarro de ungůento que la identifica.
La figura de san Juan Bautista domina todo el espacio situado a la derecha de la cruz. Señala a Cristo con autoridad y dice: «Illum oportet crescere me autem minui», es decir: «Es preciso que Él crezca y yo disminuya». Estas palabras, pronunciadas al principio de la vida pública de Cristo, los pies desnudos de san Juan Bautista, su libro abierto y el cordero a los pies, ponen el acento en el aspecto profético del personaje y resaltan el carácter inevitable de la muerte de Cristo.
Todo en esta crucifixión contribuye a recordar la muerte. Los colores oscuros, los verdes y rojos apagados, iluminados únicamente por tres manchas claras: el manto de la Virgen, el cordero y el libro abierto. El contenido espiritual y plástico de la obra guarda estrecha relación con el hospital de Issenheim.
Se trata de dar a los enfermos motivos de resignación con relación a sus males, y, si es posible, aportarles consolación en su meditación, frente al Crucificado abandonado, sin compasión alguna.
El Cristo muerto del Retablo de Issenheim es uno de los más sobrecogedores de la historia del arte.
En las tablas laterales fijas aparecen las figuras de san Sebastián (dos veces martirizado por Diocleciano, era invocado contra la peste) y san Antonio, patrón de la orden de los antoninos, que es asaltado por un demonio, curaba del «mal de los ardientes » (llamada actualmente ergotismo, afección producida por el cornezuelo del centeno). Los dos santos curadores están bañados por una dulce luz.
La primera apertura del retablo expresa de modo sobrecogedor el sufrimiento y la muerte, asumidos por la persona de Cristo, y la enfermedad, conjurada por ambos santos sanadores. Esta primera apertura debía ser expuesta durante el tiempo de la penitencia, la Cuaresma y el Advenimiento mayormente.
Segunda apertura: La Anunciación, concierto de los Ángeles, Natividad, Resurrección
La segunda apertura evoca, en contraste con la primera, episodios «gozosos» de la Redención. Rebosante de vida y de colores, la inmensa composición se despliega sobre cuatro tablas, cuya progresión culmina en la figura de Cristo resucitado.
La Anunciación presenta a la Virgen sorprendida por el mensaje del arcángel Gabriel. La escena se desarrolla en un espacio que evoca más bien un edificio religioso, bañado por una luz irrealen la que planea la paloma del Espíritu Santo.
La escena central, el concierto de los ángeles y la Natividad, ha dado lugar a múltiples interpretaciones. Los historiadores del arte coinciden generalmente en considerar que ambos eventos simbolizan respectivamente el Antiguo y el Nuevo Testamento. Los numerosos profetas que ocupan los arcos del edificio gótico vienen a reforzar esta hipótesis.
La Resurrección aparecería como una sublime conclusión de la historia de la Redención. Eliminando todomdetalle anecdótico, el pintor escogió describir el instante preciso en que Cristo resucita de la tumba. Produce una energía sobrenatural, capaz de mover la piedra, desplazar la losa de la tumba y echar por tierra a los soldados boca abajo. Desprende simultáneamente una luz cegadora.
Él mismo es el sol de la noche cuajada de estrellas. Sus llagas son destellantes, su cuerpo incandescente. La composición subraya el contraste entre el mundo terrestre, partido por líneas quebradas y confusas, en la parte inferior, y la aparición divina, inscrita en el centro de un círculo perfecto en la parte superior. El sudario irisado en oblicuo hace de enlace entre ambos extremos.
La segunda apertura del Retablo de Issenheim, debería sin duda ser visible en las festividades de la Navidad, Pascua y fiestas de la Virgen.
Tercera apertura: Visita de san Antonio a san Pablo, esculturas de Nicolas de Haguenau, Tentación de san Antonio
La visita de san Antonio a san Pablo está inspirada en la «Leyenda Aurea» de Jacopo della Voragine. Como ermitaño retirado en el desierto de Tebaida (Egipto) durante 60 años, san Pablo se aparece a san Antonio en sueños. Este último decide devolverle la visita y ha de vencer a tal fin los obstáculos naturales, teniendo lugar al fin el encuentro. La escena puede ser considerada como un símbolo de la búsqueda espiritual del alma, árida empresa.
La «Tentación de san Antonio» es la ilustración de un episodio de la «Vida de san Antonio » escrita por san Atanasio, obispo de Alejandría, que vuelve a abordar Jacopo della Voragine en su «Leyenda Aurea «. San Antonio es asaltado por demonios horribles que le pisotean, le arañan y le tiran de los cabellos. El resultado favorable de la lucha está también evocado.
Aparece una claridad admirable que pone en fuga a los demonios. Abajo, a la izquierda, una figura monstruosa con los pies palmeados contempla la escena; suele reconocerse ahí a un enfermo afecto de ergotismo y, quizás, de sífilis. La escena describe el combate espiritual, la lucha de las fuerzas del Bien y del Mal. Anuncia el resultado favorable de este combate gracias a las virtudes y a la santidad y vuelve a colocar a la enfermedad dentro de ese contexto místico.
Las dos pinturas enmarcan las esculturas que se atribuyen a Nicolás de Haguenau, según criterios estilísticos. San Antonio, inmenso y majestuoso, sentado en el trono, al centro, sostiene el bastón con la «tau»
La tercera apertura del retablo debía ser descubierta los días de las fiestas de san Antonio, pero también en las de la orden de los antoninos y de la iglesia de Issenheim.