1458-1460, pintura sobre tabla, 116 x 71 cm, National Gallery de Londres.
Leonello d’Este decidió decorar con pinturas de las musas su pequeño estudio («studiolo») del palacio de Belfiore, levantado por su abuelo Alberto d’Este en 1392, fuera de los muros de la ciudad. Establecido el programa iconográfico por Guarino de Verona, la decoración del «studiolo» empezó en seguida .
Al frente de un grupo de un importante taller se situó posiblemente Ángelo Maccagnino hasta su muerte en 1456. En una segunda fase, Cosme Tura debió ejecutar la Musa (¿Calíope?) de la National Gallery de Londres.
Los análisis técnicos realizados con ocasión de la exposición «Le muse e il principe» (Milán, 1992), revelaron que la pintura se había aplicado sobre telas que estaban adheridas al soporte lígneo desde el principio. La unidad del conjunto, reforzada por el hecho de que todas las musas van vestidas a la moda y aparecen sentadas en tronos, sobre un fondo de celaje y una vista paisajística en la parte inferior, y por el punto de fuga bajo, nomse traduce sin embargo en uniformidad estilística en el conjunto.
A parte de la mayor o menor intervención de Tura en casi todas las pinturas conservadas, la única tabla que la crítica considera unánimemente de su mano es, como se ha dicho, la Musa de la National Gallery de Londres, que se cree Calíope.
De rostro dulce y radiante por el que caen los rizos de su pelo, se sienta impasible entre los feroces seres monstruosos de bronce que decoran su trono, mientras un manto de pliegues acerados, rojizo en el exterior y verde en el interior, cubre sus piernas para dejar al desnudo los pies de la mujer apoyados en un geométrico podio arquitectónico, flanqueado, a la izquierda, por la figura diminuta de Marte, que se aleja a caballo y, a la derecha, por la de Vulcano en su cueva.
El lujo de los terciopelos y brocados de oro del vestido de la musa, la diadema que corona su cabeza, el artificioso peinado, y las incrustaciones de piedras preciosas y perlas en los animales del rico sitial de respaldo absidal, cubierto con una pechina a modo de bóveda y construido con mármoles verdes y rosas, revelan una complacencia en los detalles que se funde con un preciso conocimiento espacial que evoca el ambiente suntuoso de la corte de Borso d’Este.