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Comentario de la obra «Fumadores» de David Teniers
La familia Teniers, el padre David I y sus hijos David II y Abraham, encarnan, en la opulenta Flandes, monárquica y católica, un gusto casero, burgués y popular, semejante al de los maestros holandeses, pero sin su reposada serenidad ni su puritanismo calvinista.
En los Teniers la vida bulliciosa, festiva, grosera a veces, se levanta casi como un grito desafiante frente a la ordenada etiqueta de los poderosos, y a la vez provoca en ellos una curiosidad: el interés divertido del que asiste a un espectáculo ajeno y pintoresco por su misma groseria y vitalidad.
Asi se explica el éxito de estos pintores de género, las tabernas míseras o los sordidos cuerpos de guardia tan frecuentes en las colecciones reales. De David II, el mejor de la familia, cuenta el Prado con no menos de cuarenta obras, algunas de pequeño tamaño, que le representan en todas las direcciones de su talento, evidentemente menor, pero muy personal.
Hay paisajes con figuras a la manera, ya remota, de Jan Brueghel; escenas de soldados o cortesanos; algún cuadro religioso-Tentaciones de san Antonio- en que parece hacer alusión a la inventiva caprichosa del Bosco, y, sobre todo, múltiples escenas de taberna, de cuya agudeza y minuciosa capacidad de observación pueden dar idea estos Fumadores.
Procede de las Colecciones Reales, de un lote muy abundante que poseyó Isabel de Farnesio.