1637-1639. Óleo sobre tela. 149 x 200 cm. Museo del Louvre.
Este cuadro es el primero que realizó Poussin para Chantelou, un coleccionista francés, amigo, mecenas y confidente del pintor.
Extraída de un versículo del Éxodo que relata cómo Jehová, durante la travesía del desierto, envía al pueblo de Isarel un alimento providencial, la representación se aleja de la anécdota bíblica en el sentido literal.
Varios analistas literarios han tratado de descifrar la función simbólica de las numerosas figuras del primer plano. En una de sus conferencias académicas, Charles le Brun alabó el modo en que Poussin evocó el hambre de sus personajes al mostrar su debilidad física.
Admiró también la habilidad en la elección de un decorafo desértico para resaltar astutamente el abatimiento de las distintas figuras. Cada grupo simboliza expresiones contradictorias frente al milagro divino: la gratitud (Moisés levantando el brazo en el centro de la composición), el deber (a la izquierda, la mujer joven que amamanta a su propia madre y rehúsa consolar a su propio hijo) y la avidez.
En este cuadro de historia religiosa, Poussin consigue transmitirnos perfectamente la expresión de las pasiones.