Expresionismo abstracto, óleo sobre lienzo, 122 x 102 cms, Instituto de Arte de Chicago.
Comentario de la obra «Cíclopes» de William Baziotes
«Hoy días es posible pintar un lienzo con la serenidad de un griego antiguo y el siguiente con la angustia de Van Gogh «, escribió William Baziotes (1912, Pittsburg / 1963, Nueva York) en 1947. Estas palabras sonaban casi como las de un pintor postmoderno abierto a influencias diversas de épocas diferentes.
Indirectamente rechazaba así mismo las ideas de la «originalidad» y de la «singularidad» del artista, por lo general relacionadas con la modernidad, cuando en 1954 decía: «El pintor que se considera a sí mismo como un Robinson Crusoe o es un primitivo o es u imbécil».
Baziotes era hijo de un inmigtante griego y se crió en un ambiente de pobreza; de 1933 a 1936 estudió en la National Academy of Design de Nueva York.
Al terminar sus estudios, y hasta principios de los cuarenta, trabajó en el marco del proyecto nacional de fomento de las artes de la Works Progress Administration, cuya orientación socialmente comprometida, sin embargo, le resultaba ajena.
A partir de 1941 cultivó la amistad de Robert Motherwell, cuto interés por el simbolismo francés y por el surrealismo compartía; así, en los cuadros de Baziotes aparecen coloraciones y motivos inspirados en la poesía de Charles Baudelaire.
Los contactos con los surrealistas exiliados en Nueva York y, sobre todo, su amistad con el pintor chileno Roberto Matta alumbraron en Baziotes una variante personal de la escritura automática acertadamente calificada de «automatismo lento» por el historiador de arte Lawrence Alloway.
Sus cuadros nunca carecen de referencias objetivas que evocan un ser vivo enigmático y arcaico; en su pintura ni los grandes formatos ni los gestos forzados desempeñan función alguna, a diferencia de la mayor parte de los artistas clasificados como expresionistas abstractos.
«El hecho de enfatizar la flora, la fauna y los seres convierte la muestra exhibida en algo muy interesante y artístico, pues libera los recuerdos extraños y las sensaciones psíquicas que a todos nos desconciertan y fascinan», decía Baziotes en 1957.
En la cultura norteamericana de los años cuarenta estaba muy extendido el interés por las culturas «primitivas» y por los procesos subconscientes, que se reflejaría en las técnicas artísticas como el dibujo automático del surrealismo.
Había una tendencia a establecer paralelismos entre los testimonios culturales primitivos -los mitos antiguos, por ejemplo- y una situación contemporánea percibida como desesperada y trágica.
Las obras de Sigmund Freud y C.G. Jung, cuyas traducciones fueron calurosamente acogidas en la década de 1940 en Estados Unidos, facilitaban argumentos a favor de una concepción de aquellas características.
Más allá del surrealismo, Baziotes recurrió en muchos casos a las viejas tradiciones del arte fantástico. Por ejemplo, el personaje que da título al cuadro «Cyclops» («Cíclope») remite, entre otras, a la obra del simbolista francés Odilon Redon (1840-1916), en cuyos cuadros aparece con frefuencia el motivo de la figura de un solo ojo.
Baziotes encontró otro estímulo durante una visita al zoológico del Bronx; le llamó la atención un rinoceronte que, según él, descendía de una raza antiquísima. En la mitología griega, los cíclopes son gigantes de un solo ojo capaces de producir truenos y rayos, por lo que el interés que tenía Baziotes en esta figura revela un rasgo autobiográfico: una referencia a su herencia griega.