Deudor en sus inicios del decorativismo y la fantasía de la tradición rococó, Jacques-Louis David evolucionó gradualmente hacia un tipo de pintura de contenido moral y estilo severo con la que alcanzó las más altas cotas del neoclasicismo en los últimos años del Antiguo Régimen.
Durante la Revolución Francesa compaginó la pintura basada en la historia contemporánea con la participación en la vida política como miembro de la Convención Nacional.
Sirvió luego al poder napoleónico realizando egregias imágenes del primer cónsul y emperador y de su corte. Después de la restauración de la monarquía borbónica se exilió a Bruselas, donde se dedicó sobre todo a la pintura de tema mitológico y a los retratos.
Las primeras obras de Jacques-Louis David
Hijo de Louis-Maurice David y Marie-Geneviève Buron, padres «honestos y acomodados» según comentó el propio pintor en la autobiografía que empezó a redactar en 1808, Jacques-Louis David nació en París el 30 de agosto de 1748.
A raíz de la muerte en duelo de su padre (1757), Marie-Geneviève Buron confió la educación de David a su hermano Jacques Buron y a su cuñado Jacques-François Desmaisons, arquitectos de profesión.
Sin embargo, los intentos de encaminar al joven hacia la práctica arquitectónica resultaron baldíos, y Buron y Desmaisons solicitaron a François Boucher que le admitiera en su taller.
El afamado pintor, pariente lejano de David, rehusó a ello aduciendo su avanzada edad y les aconsejó el taller del abanderado del neoclasicismo francés, Joseph-Marie Vien (1716-1809), profesor de una academia particular así como de la Académie Royale de Peinture et de Sculpture desde 1759.
Así pues, David fue a trabajar con Vien y siguiendo sus consejos en 1766 se matriculó en la Académie. En 1771 participó por primera vez y sin fortuna en el concurso para el Grand Prix, que recompensaba al ganador con una estancia de cuatro años en Roma.
El gusto rococó, deudor de la pintura de Boucher más que de la influencia de Vien que destila el Combate de Marte y Minerva presentado para el concurso (Museo del Louvre, París), se adivina asimismo en las siguientes piezas con las que David continuó optando al premio: Apolo y Diana disparando sus flechas a los hijos de Niobe (1772, colección particular, París), la Muerte de Séneca (1773, Petit Palais, París), y Antíoco y Estratónice (1774, École National Superior de Beaux-Arts, París), pintura con la que finalmente obtuvo el premio y le permitió continuar su formación en la ciudad eterna.
Jacques-Louis David y la Roma clásica
En compañía de su maestro Vien, recién nombrado director de la Académie francesa de Roma, David partió de París en octubre de 1775. A pesar de que seguramente no sintiera excesivo entusiasmo por la Roma antigua, lo cierto es que tanto los vestigios de la cultura clásica como las ideas sobre la revalorización de lo antiguo de Johann Joachim Winckelmann, de Anton Raphael Mengs y de otros impulsores del neoclasicismo dejaron en él una profunda huella.
Durante su estancia en Roma se dedicó con intensidad al dibujo, empleando una gran diversidad de técnicas tanto en los dibujos de esculturas y bajorrelieves antiguos como en sus estudios del natural y de la obra de grandes maestros del Renacimiento como Miguel Ángel, Rafael y Correggio -la obra del cual conoció en Parma― y del Barroco, como Caravaggio y los caravaggistas, los Carracci, Guido Reni y Poussin, entre otros.
Agrupados posteriormente en doce volúmenes (parcialmente conservados en el Museo del Louvre de París, en el Fogg Art Museum de Cambridge, en el Nationalmuseum de Estocolmo y en diversas colecciones particulares), los dibujos realizados en Roma le sirvieron como fuente de inspiración durante toda su vida e influyeron decisivamente en su manera de pintar.
Con todo, en telas tempranas como los Funerales de Patroclo (1778-1779, National Gallery of Ireland, Dublín), la importancia concedida a los juegos de luz, los gestos teatrales de las figuras y la introducción anecdótica de detalles clásicos muestran hasta qué punto en aquellos instantes el estilo de David permanece todavía muy vinculado al de su primera etapa parisina.
Un avance en la claridad compositiva, unida a un tipo de iluminación caravaggesca, se advierte en el primer encargo que cumplió durante los últimos meses de estancia en Roma: San Roque intercediendo ante la Virgen por la curación de los apestados, que le fue comisionado por los responsables de la sanidad de Marsella (1780, Musée des Beaux-Arts, Marsella).
La figura del enfermo tendido en el suelo que dirige la mirada al espectador aporta a la representación un dramatismo desconocido hasta entonces en la obra de David, un realismo que fue celebrado en Roma y también durante la exposición del lienzo en el Salón de 1781.
El reconocimiento de la Académie a Jacques-Louis David
Aunque después del eco obtenido en Roma el San el conde d’Angivillier, directeur por des Bâtiments du roi, ofreció al pintor la posibilidad de permanecer un año más en la ciudad, David decidió regresar a París, adónde llegó en septiembre de 1780.
Un año después presentó su morceau d’agregation para la Académie. La obra acometía un tema popularizado por una novela del escritor Jean-François Marmontel (1767): Belisario pidiendo limosna (1781, Musée des Beaux- Arts, Lille). En ella el pintor, a pesar de mostrar su deuda a Caravaggio (sobre todo en el tratamiento de la luz) y a Poussin, introdujo innovaciones de talante neoclásico, como son el solucionar la composición con escaso número de figuras, las actitudes graves de los personajes la efectiva síntesis visual del relato, que tiene lugar gracias a la posición central que ocupan las manos del anciano que pide limosna y del niño que acerca el casco a la mujer.
En mayo de 1782, David contrajo matrimonio con Marguerite-Charlotte Pécoul, hija del adinerado Charles-Pierre Pécoul (se divorció de Marguerite-Charlotte en 1794 y volvió a casarse con ella dos años después).
En esta época empezó a dedicarse a la enseñanza, una actividad que continuó ejerciendo a lo largo de toda su vida. A su estudio acudieron numerosos alumnos, tanto franceses (François-Xavier Fabre, Anne-Louis Girodet, François Gérard, Antoine-Jean Gros, Jean- Auguste-Dominique Ingres y David d’Angers, entre otros) como del resto de Europa, que llegarían a ser renombrados pintores y escultores.
Con Andrómaca llorando a Héctor (1783, Museo del Louvre, París) David fue recibido en la Académie. Basado en un pasaje de la Iliada, el lienzo ilustra la desesperación de Andrómaca, la cual alza los ojos y señala con la mano derecha el cadáver de su esposo que yace sobre un lecho decorado con bajorrelieves, mientras da la otra mano a su hijo, que la consuela. Muy deudora de Poussin, fue presentada al Salón de 1783 con reproches a su gusto por los tonos oscuros y a la falta de contención en la expresión del dolor de Andrómaca.