Este retrato ecuestre formaba parte, con el de Felipe III, y los de Felipe IV, doña Isabel de Borbón y el infante Baltasar Carlos, de la decoración del Salón de Reinos del Buen Retiro.
Comentario de la obra «La Reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III» de Diego Velázquez
Pero así como los de Felipe IV y el infante Baltasar son enteramente de mano velazqueña, éste de doña Margarita y los de Felipe III y doña Isabel plantean un problema aún no enteramente resuelto.
Es evidente que Velázquez no pudo realizar las detalladas y monótonas gualdrapas y mantos bordados de estos retratos, que además muestran -y una recientísima limpieza en el taller del Museo lo ha evidenciado- unas bandas de tela añadidas a ambos lados de cada composición y la superficie enteramente retocada por una mano vibrante y segura que no puede ser sino la de Velázquez.
La interpretación lógica es ver aquí a Velázquez retocando y adaptando a su lugar en el gran Salón algunas pinturas ya existentes, y completando la decoración con lienzos enteramente suyos.
Es probable que los retratos preexistentes fuesen obra de Rodrigo de Villandrando, su predecesor en ciertos puestos palatinos y artista de técnica aún más próxima a la de Pantoja de la Cruz, como la que muestran estos retratos.
Es en éste de Margarita de Austria, la primera esposa de Felipe III, donde se advierte con más evidencia la participación de Velázquez. El paisaje es enteramente suyo.
En los bordes laterales está tratado con ligereza de aguada, como pintura decorativa casi sin preparación previa. El rostro de la reina y el lujoso y pesado manto de gala que viste, obra del otro pintor, se ven animados por unas ligeras pinceladas que avivan de modo insospechado el conjunto.
Pero es en el caballo donde Velázquez, soberbio intérprete del reino animal, ha dejado lo mejor suyo. Con pinceladas de soberana libertad, ha dado vida a este animal inolvidable, de majestad e inteligencia verdaderamente reales.