Expresionismo Abstracto. Óleo sobre lienzo. 194 x 184 cm. San Francisco Museum of Modern Art.
En la obra de Philip Guston la abstracción fue un episodio limitado básicamente a finales de los años cuarenta y a la década de 1950.
Al igual que la mayoría de los colegas pintores de su generación, no lograba identificarse como expresionista abstracto ni con la idea de que la pintura se agotaba en la pura autoexploración del miedo.
Comentando retrospectivamente esta cuestión, decía Guston en los años sesenta: «De hecho, no puedo redordar que esta idea se intercambiase en ninguno de mis encuentros con otros pintores de aquellas fechas; nadie me dijo directemente que yo fuera un expresionista abstracto «.
A principios de los años cincuenta, Guston desarrolló en su obra un nuevo tipo de pintura de pinceladas verticales y horizontales, pastosas y entrecruzadas que ganaban en densidad e intensidad cromática en el centro del cuadro.
Parecía como si el motivo quedase oculto por una especie de velo móvil, «una niebla de tonalidades apagadas». Se ha comparado en ocasiones la orientación axial de las pinceladas con los cuadros «más-menos» de Piet Mondrian; partiendo del motivo de una noche estrellada sobre el mar, cuyos resplandecientes reflejos luminosos evocan las líneas que se entrecruzan, las «Composiciones » de Mondrian se encuentran en la transición del cubismo a las formas enrejadas abstractas.
Por lo demás, el hecho de que Guston eligiese colores pastel claros para obras como «For M («Para M)» llevó a algunos espectadores a compararlas en el plano formal con la pintura impresionista, hasta el punto de que Louis Finkelstein hablaba en 1956 en «ArtNews» del «impresionismo abstracto de Guston».
El mimso Guston definió las obras artísticas -figurativas o abstractas- que le inspiraban como «organismos vivos», y su proceso pictórico como un diálogo con el cuadro cuya significación le resultaba difícil a él mismo: «Por motivos que no entiendo, a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta me dediqué a la pintura no figurativa, aunque tenía la impresión de estar involucrado en un lenguaje figurativo, incluso a pesar se no entenderlo completamente.
Por la razón que sea, todavía no me lo explico y es posible que tampoco quiera hacerlo…», declaraba Guston en 1966.
Aunque algunos críticos interpretaron esta actitud negativa como una forma de represión de experiencias traumáticas -privadas y sociales-, que, ya presentes plásticamente en la pintura de Guston de los años treinta y cuarenta, reaparecieron con fuerza a finales de los años sesenta.
Así, por ejemplo, en la década de 1930, las atrocidades de los miembros encapuchados del racista Ku Klus Klan poblaron el mundo pictórico de Guston; se trataba de un motivo de su entorno vital del sur de California que a finales de los años sesenta volvió a aparecer en sus cuadros y dibujos.
Con sus figuras y objetos triviales -suelas de zapato claveteadas, por ejemplo-, grotescos todos ellos y con reminiscencias de su antiguo interés por las viñetas, Guston escandalizó a cierto público; desde la perspectiva ortodoxa del expresionismo abstracto, su retorno a la narración figurativa no dejaba de ser la ruptura de un tabú, en palabras del propio Guston: «…como si hubiera abandonado la Iglesia y me hubieran excomulgado».