Antes de 1625, Pintura sobre tela, 179 x 144 cms, Galleria Capitolina de Roma.
El cuadro del «Encuentro del Entendimiento, la Voluntad y la Memoria» se tiene como una de las obras más significativas de la etapa italiana del pintor.
Conocido también por el nombre de «Alegoría del alma humana», no está datado pero fue grabado en 1625 por Claude Mellan, colaborador de Vouet durante estos años y grabador, entre otras, de obras de Bernini y Poussin.
La pintura muestra un paisaje con ruinas clásicas, dominado en primer término por tres personajes jóvenes, un hombre y dos mujeres, sentados en reunión aunque sin relacionarse entre ellos, alegorías de las potencias del alma humana: el Entendimiento o Intelecto, la Voluntad y la Memoria.
El Intelecto está representado por un joven desnudo -apenas un manto dorado le cubre parte del cuerpo-, situado de perfil, que gira su rostro hacia el espectador mirándolo fijamente.
Con su mano derecha sostiene un espejo que apoya en la correspondiente pierna doblada, en tanto que surge una llama de su cabeza. El espejo es, en este caso, el símbolo de los sentidos temporales que no deben enturbiar la contemplación de las cosas divinas.
En el centro de la composición, situada en un lugar de honor como corresponde a su importancia, emergiendo de las sombras, aparece con su cuerpo medio desnudo, de frente al espectador, la hermosa figura de la Voluntad.
Es una suerte de ministra del Intelecto, a las órdenes del cual voluntariamente se debe someter. Como prueba de su pureza, Vouet la pinta casi desnuda en tanto que dos «putti» revolotean alrededor de su cabeza emitiendo ruidos para confundirla.
Completa la composición la alegoría de la Memoria, mujer cubierta con un hermoso manto rojo sentada frente por frente al Intelecto, que tiene dos caras: una de mujer joven y hermosa, columbrando el futuro, y la otra, en la penumbra, de hombre viejo, mirando hacia el pasado.
Se trata de uno de los primeros grandes cuadros del pintor, una obra llena, ciertamente, de ambigüedad, audaz y desconcertante con referentes claros (desde el veneciano, apreciable en la construcción del escenario, hasta el de Caravaggio, muy evidente en el tratamiento de la luz), pero al tiempo con elementos que definen un lenguaje propio, cercano al que se manifiesta con plenitud en la decoración de la Capilla Alaleone de la iglesia romana de San Lorenzo in Lucina.