Distintos de los italianos y flamencos, los arcángeles de Zurbarán afirmarán la simplicidad formal, poderosa plasticidad y solemnidad hierática en comunión con la ingenuidad de la composición convencional y a la par primitiva.
Comentarios de la obra «San Miguel Arcángel» de Francisco de Zurbarán
El arcángel destaca aislado en un fondo neutro, condenado al monólogo. Zurbarán representa a san Miguel como «signífero», afín a los guerreros que marchan a la cabeza de las legiones, concordando con el ideal estético del pintor, de espaldas a los juegos barrocos del ángel exterminador, tan activo en los pinceles de Rubens, Guido Reni o Valdés Leal.
El ángel figura de tres cuartos de perfil y con las alas desplegadas. La pintura es una pieza de calidad notable, de ejecución precisa y limpieza de color, sin la gracia de las obras más calificadas, pero digna y afín con los principios conceptuales y la sobriedad formal que le es típica.
El tenebrismo está aún presente. El rojo ladrillo, los verdes y ocres, la limpieza cromática de los amplios paños de la imagen son testimoniales de la manera más suya.
El arcángel san Miguel está estrechamente ligado a la España de Zurbarán. La literatura se hace eco de esta relación. En la «Devoción y patrocinio de san Miguel, Príncipe de los Angeles», obra de Eusebio Nieremberg, el arcángel es protector de España y patrón de los godos.
Rodolfo de Habsburgo, primer príncipe de la casa de Austria, fue elegido el día de su fiesta, a la par que Recaredo, primer rey de los godos. La devoción fue grande en el siglo XVII, proyectándose en los pintores españoles su divulgación y leyenda (Francisco Pacheco: «El arte de la pintura» , 1638).
El arcángel se representa como jefe de la justicia celestial, de ahí su indumentaria guerrera, su imponente presencia, forzando la plasticidad y los contrastes de sombras y luces sobre el fondo oscuro y uniforme. Lleva casco y espada de fuego, donde se lee la inscripción «Quis sic ut Deus» («¿quién como Dios?»), palabras que exclamó precipitado a Lucifer al infierno (San Juan, XII, 7-9).
La nariz correcta y los pómulos pronunciados están repetidos en la Virgen de la «Adoración de los pastores» y la «Epifanía» del Museo de Grenoble. Los mismos rasgos, más acusados, confirman las dos imágenes de «San Juan Bautista» y el «Arcángel con incensario» del Museo de Cádiz.
El ritmo curvilíneo de las piernas se repite en el retrato de «San Fernando» de la iglesia de san Esteban de Sevilla. También Zurbarán trató al arcángel en movimiento, en las versiones de los retablos en Zafra y en la colección Palau.