Hacia 1663, óleo sobre lienzo, 47 x 39 cms, Rijksmuseum de Ámsterdam.
La pintura, que gozó siempre de gran aprecio, fue cedida en 1839 por un comerciante inglés al banquero Van der Hoop, que poseí una espléndida colección: sus 225 cuadros, entre ellos «La novia judía» de Rembrandt, fueron donados a la ciudad de Ámsterdam. En 1885, esta obra de Vermeer fue la primera suya que entró en las colecciones del Rijksmuseum.
El artista vuelve aquí a un asunto que ya había abordado en un cuadro juvenil; delante de una ventana cuya luminosa prsencia se intuye, una mujer lee una carta. La llegada del correo ha interrumpido quizá sus ocupaciones cotidianas, obligándola a abandonar sobre la mesa el collar de perlas que estaba a punto de ponerse.
El tema de la carta aparece también en obras de otros artistas holandeses, que subrayaron sus implicaciones sentimentales; no es éste el caso de Vermeer, quien no deja traslucir nada del estado de ánimo de la mujer.
Se ha pensado que estuviera encinta (como sugeriría la forma del traje), y que la silla vacía y el mapa del fondo aludieran a la lejanía de una persona querida.
El artista utilizó todos los medios expresivos para conferir a la escena una sensación de tranquila inmovilidad.
Estudió y corrigió la colocación y las proporciones de los objetos, simplificando la composición y construyéndola con rigor matemático: la mujer está encerrada en un pequeño espacio, dominado por su figura estatuaria.
Las sencillas armonías cromáticas , basadas en el juego del azul, el amarillo y el ocre, acentúan la atmósfera de sosiego. El difuminado azulado de las sombras en la pared crea una luz pálida y suave, acorde con la actitud meditativa de la protagonista.
Este extraordinario equilibrio estilístico y la capacidad para calibrar todos los medios pictóricos en función del contenido emotivo de la escena son típicos de las obras de principios de los años sesenta.